Para la presencia evangelizadora de la Iglesia, tanto en la cultura rural como en la urbana, tiene especial importancia la comunidad parroquial.
La parroquia toca aspectos muy profundos de la cultura y de la sociedad que afectan a lo más hondo de la vida de las personas. Es polo de acción misionera en la medida en que tiende a reunir en la unidad y recibe su dinamismo de la comunión trinitaria y de la Eucaristía. En nuestra vida social, en la que la soledad y la incomunicación constituyen a la vez un drama y una tentación, la parroquia puede promover el respeto mutuo, la acogida, la comunicación que expresa la comunión en la fe, en la esperanza y en el amor. Tiene la parroquia un fuerte valor simbólico y es una de las manifestaciones más importantes del rostro de la Iglesia.
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